Después del desierto desarrolla características profundamente existencialistas, que encarnan la condición humana desde la perspectiva de las tendencias filosóficas y literarias en boga de aquellos años marcados por figuras señeras del acontecer cultural en Occidente como fueron Jean Paul-Sartre, Simone de Beauvoir o Albert Camus. Después del desierto exhibe un caleidoscopio de personajes articulados en el tablero social de la burguesía chilena, a través de sus protagonistas: Mariana von Ranke, una joven culta y de espíritu bohemio, y el impetuoso Juan Pablo Suárez, un muchacho que pareciera confundir libertinaje y libertad, así como amor con la egoísta satisfacción personal. El encuentro amoroso entre ambos se transformará en el recorrido por el desierto que el título claramente indica, pero el resultado no es necesariamente el esperado ni por el lector ni por los personajes. Develándose como seres contradictorios, que se atraen y repelen sin lograr nunca ni acoplarse ni distanciarse del todo, como si su búsqueda individual les impidiera entregarse completamente, sucumbiendo cada uno a la atracción de los prejuicios sociales y culturales que acarrean desde siempre. Algunos personajes secundarios, en cambio, sí se presentan como individuos decididos, que logran cortar definitivamente con su arraigo sociocultural. 
Después del desierto es un paso por el purgatorio para todos los personajes de la novela, un espacio donde reina el escepticismo ante el futuro y una angustia indefinida que se manifiesta en una rebeldía que no encuentra cauce efectivo de salida. Los personajes se muestran confundidos, atormentados, y la idea del suicidio se le aparece a más de uno. Finalmente, más que encontrar una respuesta a su desasosiego, en ellos perdura la contradicción entre una idiosincrasia social de la cual son críticos, pero tampoco son capaces de desprenderse del todo, lo que los proyecta hacia un futuro que les asegura la insatisfacción.